diumenge, 10 de gener del 2010

Henry Miller


"Cuando acabamos, ella pidió un poco más de vino y se echó a reír. Era una risa muy extraña, desconocida para mí. Cuando dejó de reír, pidió más paper y un bloc para apoyarse. Luego se incorporó y colocando ambos pies en el borde de la cama empezó a componer otro poema. Apenas había escrito un par de versos cuando pidió su revólver.
-¿Tu revólver?-gritó Carl saltando de la cama como un conejo-. ¿Qué revólver?
-El que tengo en el bolso -repuso tranquilamente-. Tengo ganas de disparar. Vosotros ya lo habéis pasado bien por doscientos francos y ahora me toca a mí.
Y mientras decía esto, dio un salto hacia su bolso. Nosotros nos echamos encima y la tiramos al suelo. Desde allí, nos mordió y arañó, pegando patadas con todas sus fuerzas.
-Mira en su bolso a ver si hay una pistola -dijo Carl mientras la sujetaba contra el suelo. Me levanté de un salto, miré en el bolso y no vi ninguna arma, pero aproveché para sacar los doscientos francos y ponerlos debajo de un pisapapeles.
-Échale un poco de agua, rápido -dijo Carl, creo que va a darle un ataque.
Fui a llenar una jarra de agua en la cocina y se la vacié encima. Ella resolló, se retorció un rato como un pez fuera del agua, y sentándose en el suelo con una extraña sonrisa, dijo:
-Ça y est, c'est bien assez... laissez-moi sortir."